
El paso de la DANA por Valencia, además de poner en evidencia la falta de mayores protocolos de seguridad ante situaciones de emergencia, nos ha dejado también un lado bonito de la moneda, el solidario. Miles de personas de todas partes de España se movilizaron tras la catástrofe para ayudar en las zonas afectadas de cualquier manera posible.
Los daños causados por el temporal han sido muy numerosos y han afectado en muchos ámbitos a los valencianos: negocios, casas, centros comerciales... Y también a las protectoras de animales, que se vieron completamente inundadas con cientos de animales a su cargo, en algunos casos.
Por este motivo, fueron muchos los voluntarios procedentes del sector de animales de compañía (veterinarios, educadores, en su mayoría), que se trasladaron a las zonas afectadas para ayudar a tratar a los animales y, también, a encontrar a aquellos que se habían extraviado. Un ejemplo de esto es José, fotógrafo conocido por su cuenta de Instagram 'Huella fotográfica', con más de 255.000 seguidores.
Nacido en Alicante y con sus padres residiendo en la Comunidad Valenciana, José, que justo iba a ir a visitar a la familia, decidió aportar su pequeño granito de arena tras enterarse de la situación. "Me enteré por redes sociales y cuando empecé a ver las imágenes (en bucle, porque una vez empiezas, ya no puedes parar), me entró una ansiedad tremenda y una necesidad de ayudar de alguna manera", asegura el alicantino.
La zona sur de Paiporta y los perros que habitaban allí
Tras averiguar cuáles habían sido las zonas más afectadas y ver por dónde se estaban moviendo otros voluntarios, José decidió ir a la zona sur de Paiporta, a una de las zonas menos accesibles y que, por lo tanto, no habría mucha gente que se podría haber desplazado hasta allí.
"Mi primera intención fue ir a protectoras, porque estaban destrozadas, pero como cuando pude ir fue pasada ya una semana, ya habían recibido muchísima ayuda, por eso opté por ir por cuenta propia", explica. "Vi que la Rambla del Pollo había sido una de las zonas más afectadas y quise ir por allí a ver cómo estaba la situación y qué encontraba.
Mientras hacía algunas fotos con el móvil para reflejar la situación a través de su cuenta de Instagram, vio a lo lejos las figuras de dos perros cruzando al otro lado del puente en el que se encontraba. "No me lo esperaba, ni llevaba la mochila conmigo con la comida para ver si podía cogerlos, así que tuve que volver rápido al coche a por ello", recuerda.
Al final me fui a llevar a la perra a la protectora que había cerca y volví a ver si volvía a ver al podenco
"Eran un podenco y una perra mestiza negra que a priori diría que era más jovencita. Se puso muy contenta de verme, a dos patas encima mía y todo, no tuve que hacer prácticamente nada para cogerla con la correa", relata. "Sin embargo, el otro perro era más miedoso".
Una vez José logró atar a la perra, se dio cuenta de que iba a ser imposible apañarse él solo para coger al otro, teniendo en cuenta que no terminaba de acercarse a él. "Me vi desbordado aunque, por suerte, pasaron unos chicos que cuidaron de la perra mientras intenté, sin éxito, atrapar al otro perro", lamenta.
"Al final me fui a llevar a la perra a la protectora que había cerca y volví a ver si volvía a ver al podenco", cuenta José. "Recorrí la rambla hacia el norte pero nada, pero por el camino me encontré a algunos vecinos que me contaron que el perro llevaba mucho tiempo por la zona".
Dan, un rescate largo y tedioso
Al día siguiente José no paraba de pensar en aquel podenco que no había podido coger, por lo que decidió volver a la misma zona, recorriendo sus propios pasos y esperar a tener suerte de volver a encontrarse con él. "Cuando pasé por la zona en la que debería estar lo vi a través de unas vallas en otra finca, fue como ver un espejismo, un unicornio", recuerda. "No me lo creía".
"Como en la zona la cobertura era malísima y los mensajes tardaban en llegar, sabía que pedir ayuda era imposible, así que me mentalicé de que iba a estar ahí todo el día, dispuesto a hacer lo que fuera para cogerlo", cuenta. "No se llegaba a acercar y encima cojeaba más que la tarde anterior que le vi".
Gracias a ponerle una lata de comida, el perro empezó a acercarse a José, que permanecía sentado en el suelo, procurando no realizar ningún movimiento brusco que lo asustara. "Me llegó a mear la mochila", recuerda entre risas. "Ahora me río, pero en su momento ir detrás de él era desesperante, la situación me superaba porque yo jamás había rescatado a un perro antes y, de hecho, llegué a pensar que era imposible".

La suerte sonrió al joven fotógrafo, que se encontró con un chico que paseaba en bici junto a su perra y que, casualmente, conocía al perro que José estaba intentando coger. "Me dijo que como su perra era hembra, el podenco a veces salía detrás de ella y me ofreció su ayuda para cogerle", relata.
"Después de un buen rato intentando cogerle, el perro se agobió y se fue a una casa de obra, donde se escondió en una caseta con una única entrada, así que esa era nuestra oportunidad", continúa. "Nos lo encontramos tumbado en una esquina, cansado y asustado, así que aprovechamos para tapar la puerta con unos tablones y, a base de lanzarle la correa de lejos, logré ponerle el lazo y cogerlo, aunque se asustó muchísimo".
Las primeras horas junto al animal fueron sentados, el uno al lado del otro, para que el perro se acostumbrase a la presencia del fotógrafo y a la correa. "Caminábamos muy despacio hacia el coche y, aunque me llegué a encontrar a una pareja que se ofreció para llevarle a la protectora (porque estaban ayudándoles), yo no estaba preparado para decirle adiós", asegura. "Ahí me di cuenta de que le había cogido cariño".
Un rescate que se convirtió en adopción
Los siguientes días con Dan (ya era hora de ponerle un nombre), estuvieron llenos de emociones. "Mi madre casi me mata cuando la digo que volvía con otro perro (yo ya convivo con Kena, que se quedó con ellos mientras yo buscaba a Dan)", cuenta José. "Al principio pensé en buscarle una familia y, mientras tanto, le dejé en casa de mi prima, pero aullaba tanto que tuve que ir a recogerlo a las pocas horas, convenciendo a mi madre para ir a la huerta a pasar la noche con él".
"En casa estuvo muy bien y con Kena se llevó enseguida, aunque me tenía un apego tremendo", explica José. "Ahí me di cuenta de que ese perro se iba a quedar conmigo y, si tenía aún dudas, cuando me dieron los resultados veterinarios con el positivo en Leishmania ya lo confirmé, nadie iba a querer quedarse con él, así que se quedaba en casa".

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