Han pasado las navidades y estoy segurísimo de que muchos padres han entregado animales a sus hijos. No me andaré con rodeos. Si tienes una mascota y la tratas con cariño y amor, ese animal va a tener una vida maravillosa, pero si lo consideras un regalo y te cansas a la primera de cambios, replantéate eso de regalar animales de por vida y, por favor, no los abandones.
He estado conviviendo con animales toda mi vida. Varios periquitos, varios perros, varias cobayas y… hurones. Muchos hurones últimamente. Son unos animales muy peculiares, inteligentes y, por qué no decirlo, cabroncetes. Que no te engañe su aspecto amigable. Pueden ser adorables, pero son muy complicados de tener en casa si no tienes ningún conocimiento previo. Disney o Pixar romantizan el aspecto y el trato para con los animales haciendo que, por ejemplo, un tigre parezca mimoso como un gato doméstico; un oso como un gran peluche blandito que quieres abrazar o que una rata pueda moverse por una cocina manipulando alimentos y los comensales estén de acuerdo porque patatas, nunca mejor dicho. La realidad es más dura, porque un tigre con hambre te ve como un filete rico-rico y con fundamento; un oso de un zarpazo te puede dejar la cara como un live-action de un cuadro de Picasso, y la rata, pues puede que cocine mejor que tú, no lo niego, pero su estancia en una cocina sigue estando feo. En resumen, no se debe romantizar a un animal. Por su bien y el nuestro.
Poniendo como ejemplo a los hurones, la domesticación de estos bichos es complicada y además los prejuicios inconscientes fomentados por el boca a boca están ahí. Que si huelen mal o muy fuerte (porque son de la familia de las mofetas), que pueden morder (porque, sorpresa, son animales) o que son como ratas (que no es así porque, como he dicho, familia de mofetas), pero en realidad son animales muy sociales, muy inteligentes y, sí, huelen a hurón, porque es un olor… de hurón. El problema es cuando sueltan una glándula proveniente del saco especial que ellos tienen en el ano porque se han asustado o porque se han tenido que defender, como lo haría una mofeta.
Como persona que ama los cómics, he leído uno muy extendido y reconocido entre los amantes de los hurones pero no tan conocido entre el público de a pie. Oso formato longaniza cuenta la historia de los hurones del autor y sus vivencias. Cosas como el letargo del hurón, donde duermen un promedio de 18 horas al día (quién las pillase); la tendencia que tienen a “robarte” calcetines o ropa interior porque lo consideran minitesoros que llevarse hasta un lugar recóndito de la casa como si fuera su cueva; que NO HAY QUE EXTIRPARLES las glándulas perianales, que como he mencionado antes son pequeños sacos a los lados del ano que usan para marcar su territorio o como defensa ante ataque y que huelen muy mal… O el punto al que quiero llegar, que los cazadores usaban estos animales como tiracables entre conductos porque son asombrosamente rápidos, escurridizos y se cuelan por donde no te imaginarías. La domesticación de los hurones ha ayudado mucho al ser humano, tanto que en cierto momento de la historia de la ciencia, una hurona sirvió para avanzar en el trabajo del funcionamiento de un acelerador de partículas.
Felicia, la hurona del Fermilab
Mira que hay animales particulares en el mundo de la ciencia. La oveja Dolly por la clonación; Laika y su viaje espacial o el gato de Schrödinger, que no fue un gato real pero es el ejemplo más recurrido para explicar cosillas cuánticas. Muy, pero que muy poco se habla de Felicia, la hurona que trabajó en el Fermilab.

Fermilab (abreviatura de Fermi National Accelerator Laboratory) es el principal laboratorio de física de Estados Unidos desde su fundación en 1967 donde está instalado el Tevatrón, el segundo acelerador de partículas más potente después del acelerador de hadrones en Suiza. A principios de los 70 estaban construyendo el acelerador de partículas en este laboratorio, pero en 1971 una serie de fallos interrumpieron el funcionamiento del anillo principal. Los imanes del acelerador de partículas del dispositivo habían sido instalados en condiciones de humedad, por lo que cada imán húmedo necesitaba que se le retirara aproximadamente un litro de agua. Cuando los físicos intentaban poner en marcha los imanes, muchos de ellos cortocircuitaban. Lo que en principio se creía que era un problema debido a la humedad no fue así. Era algo más y los científicos estaban atónitos. El acelerador también sufría fallos en el suministro eléctrico y el tubo de vacío por donde las partículas debían moverse estaba lleno de escombros. Estos residuos suponían un grave problema, ya que las partículas debían desplazarse por el tubo sin obstáculos; de lo contrario, los imanes no podrían mantener las partículas en su sitio y los experimentos fracasarían. La solución a este problema vendría de la mente de Bob Sheldon, cuyo trabajo era ser fixer, es decir, que su responsabilidad consistía en buscar artículos con un gran retraso de entrega y tratar de encontrar fuentes alternativas. Comúnmente llamado en mi entorno “el apañapufos”.
Al mismo tiempo, Bob debía estar atento a posibles atajos e ideas para ahorrar dinero. Un proceso así, llevado a cabo de forma competente, podía ahorrar fácilmente suficiente dinero y tiempo. Cualquier ingeniero o físico del equipo que hiciera un pedido de materias primas, máquinas o instrumentación de alta tecnología consultaba primero a Bob, que hacía algunas averiguaciones y a menudo encontraba una solución que ahorraba recursos.
Ante la pregunta de los científicos, “¿cómo encontrar una obstrucción en todos esos kilómetros de tubo?”, de donde Bob provenía había una solución más que plausible. En su parte de Yorkshire, los cazadores utilizaban hurones para recorrer recintos estrechos. Un hurón no dudaría en correr por el interior del tubo de acero inoxidable, aunque eso supusiera un largo viaje hacia lo desconocido. Además, sería una especie de solución ecológica a un problema técnico, y a todo el mundo le gustaba la idea.

La hurona llegó en una jaula y la llamaron Felicia y, cómo no, se ganó el cariño de todo el mundo. Con una cuerda atada a su arnés especial, se la entrenó para que recorriera los 90 metros del tubo de vacío. Una vez que Felicia había tirado de la cuerda por todo el tubo, los científicos le ataban un bastoncillo con una solución limpiadora y tiraban de él. Esta es la parte del trato animal que no es muy de mi agrado y seguro que de los amantes de los hurones tampoco, pero no fue herida ni maltratada en ningún momento. Esta solución era a corto plazo hasta que los ingenieros creasen una nueva manera de limpiar el tubo, además de que la hurona se aburrió de ir para atrás y para adelante continuamente. Aunque los ingenieros no especificaron cómo supieron que Felicia se aburría con su trabajo, los que conocemos a los hurones podemos adivinarlo: probablemente se echaba unas siestas en los tubos o se daba la vuelta cuando la empujaban. Tras varios meses y muchos cientos de metros de tubo, se jubiló anticipadamente y vivió como una querida mascota doméstica.
El anillo principal seguía sufriendo averías y problemas, pero no por culpa de Felicia, ya que su trabajo contribuyó a reducir esos fallos. Limpió muchas secciones de los tubos y ahorró al Fermilab miles de dólares e incontables horas de inactividad. ¡Y además, en realidad, no había ninguna obstrucción! Igual pensáis que descubrir que no había obstrucciones fue un fracaso, pero no es así. Descartar una hipótesis de este calibre da pie a pensar en otros motivos para el fallo técnico, y efectivamente, los matemáticos averiguaron por qué las partículas no habían circulado. Tenía algo que ver con la estabilidad de la órbita y que las partículas se estrellaban contra la pared del tubo mucho antes de completar su viaje circular.
Fue un trabajo simple pero efectivo que quedará como una agradable anécdota en la historia de la ciencia. Además, luego fue acogida en el equipo como una mascota, algo que muchas personas pueden hacer teniendo animales en sus casas sin necesidad de meterlas en un acelerador de partículas. Felicia vivió bien, y espero que todos esos animales en nuevos hogares sean queridos igual que ella. Porque la física de partículas me cuesta entenderla, pero el abandono animal después de la navidad… Eso, de veras, es algo que nunca entenderé.
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