
Curtido en el mundo del videoclip y productor ejecutivo en Rocketman (filme que estuvo a punto de dirigir), Michael Gracey debe saber cuatro cosas sobre las estrellas del pop con carreras y egos jupiterinos. Tal vez ese conocimiento haya ayudado a que su película sobre Robbie Williams se permita algunos riesgos, empezando por el ya famoso chimpancé CGI, con la voz y los movimientos de Jonno Davies, que toma el lugar del protagonista.
Alardes técnicos aparte, la jugarreta funciona como reflejo de esos problemas mentales que se comían por dentro al músico durante sus años de máximo estrellato y toxicomanía. Y, aunque no resulte lo bastante poderosa como para sacar al filme del itinerario habitual (de los orígenes disfuncionales a la fama, de ahí a la autodestrucción y, finalmente, a la redención vía rehab), ayuda a transmitirnos las vivencias de un personaje lastrado por su falta crónica de autoestima, su afición por hacer el cabra (entender a los otros miembros de Take That cuando deciden darle boleto no es nada difícil) y una vulnerabilidad guardada bajo siete llaves. ¿Cómo de sincero es este mea culpa? Imposible saberlo, pero podemos agradecer que Williams lo entone riéndose de sí mismo.
FICHA TÉCNICA

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Director:
Michael Gracey
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Género:
Musical
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País:
Australia
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Sinopsis:
La historia de Robbie Williams, uno de los mejores artistas del mundo, las experiencias que lo convirtieron en quien es y los demonios con los que luchó tanto dentro como fuera del escenario.
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Guion:
Oliver Cole, Simon Gleeson, Michael Gracey -
Reparto:
Robbie Williams, Jonno Davies, Steve Pemberton, Alison Steadman -
Duración:
131 min -
Distribuidora:
TriPictures -
Estreno:
1 de enero
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